Bioética
Cuando los científicos juegan a ser Dios
Marcos Blanco
-Bueno, ustedes dirán cómo quieren el bebé - dijo el médico.
-Quisiéramos un hijo con los ojos de él (Juan) y la nariz mía - le dijo Pedro al doctor.
Contrariamente a lo que están pensando, aquí no hay alguna confusión de nombres. La ciencia se está acercando al sueño de unos y la pesadilla de otros: un ser humano genéticamente originado por dos hombres comienza a ser una posibilidad.
Los últimos descubrimientos científicos están logrando que ya no se necesite un óvulo de una mujer y un espermatozoide de un varón a fin de crear un embrión (María Farber, "Células madre: la ciencia se acerca a la creación de óvulos y espermatozoides", Diario Clarín (Buenos Aires), 24 de noviembre de 2005, p.21). Los científicos han logrado crear tanto un óvulo como un espermatozoide a partir de una sola célula madre de un ser humano.
¿Qué son las células madre? La gran mayoría de nuestras células tienen un propósito muy preciso, en función de desempeñar un tarea específica (especializada) dentro de nuestro cuerpo. Así, hay células que forman los huesos, células que forman los pulmones, los riñones, los músculos, el cerebro, la sangre, etc. Cada una de ellas puede desempeñar su tarea solo en ese sector específico del organismo humano (una neurona no puede convertirse en una célula muscular). Sin embargo, existe un acotado número de células que no se han diferenciado en ninguna clase especializada y que tiene la propiedad de convertirse tanto en una neurona como en un glóbulo rojo, o en cualquier otra clase de célula. Está última clase exclusiva de célula es llamada "célula madre". Además, las células especializadas pueden dividirse una limitada cantidad de veces (entre cincuenta y ochenta), mientras que las células madre pueden hacerlo indefinidamente.
Estas dos cualidades, multifuncionalidad y autorrenovación, hacen que las células madre estén en el centro de atención de la bioingeniería actual. Según lo menciona la introducción de esta artículo, los científicos han sido capaces de transformar una célula madre tanto en un espermatozoide como en un óvulo. Es decir, ya no se necesitaría un varón (que provea un espermatozoide) y una mujer (que provea un óvulo) para generar un embrión; y si bien todavía no han logrado convertirlos en espermatozoides y óvulos maduros, no están muy lejos de hacerlo.
Es claro que estos avances científicos traerán grandes beneficios para la medicina. La lista de objetivos potenciales es extensa, ya que las células madre implantadas podrían ayudar al organismo a sanarse por sí mismo, restaurando tejidos dañados. Las enfermedades identificadas como objetivos posibles para la terapia con célula madre incluyen desde la diabetes tipo I o juvenil (escasez de células en el páncreas) hasta la esclerosis múltiple (falta de mielina), la osteoporosis (incapacidad de las células para quemar tejido óseo), la leucemia (cáncer en las células sanguíneas) y muchas otras clases de cáncer.
Pero también es claro que estos avances presentan dilemas éticos difíciles de abordad. ¿Se puede crear un bebé a partir de dos hombres? ¿Es bíblicamente correcto? ¿Se llegará en algún momento a pretender utilizar las células madre con objetivos meramente estéticos, como por ejemplo, renovar las células del rostro para borrar las huellas del envejecimiento? El adventista moderno debe enfrentar estos dilemas bioéticos. La Iglesia Adventista ya se ha expedido a este y otros temas, mediante documentos que han sido compilados en un libro. (Declaraciones, orientaciones y otros documentos. Publicado por ACES).
Sin embargo, estos adelantos científicos no deberían tomarnos por sorpresa. Tan atrás como 1971, un grupo representativo de científicos mundiales se reunieron para elaborar una "agenda científica" a largo plazo. En ella, ya planteaban la posibilidad de la clonación, el control completo de la genética humana y la suspensión del ciclo vital mediante la interrupción del proceso de envejecimiento. ¿Cuál es el objetivo final que plantearon para el año 2060? El control completo del proceso del envejecimiento y el logro definitivo de una inmortalidad de factura humana.
Sí: lo que busca la ciencia, en última instancia, es el secreto de la vida, la inmortalidad. Lo interesante del caso es que, si se analiza la agenda original, los científicos están adelantados más de veinte años en cuanto a sus objetivos propuestos. ¿Llegarán alguna vez a descifrar el intrincado secreto de la vida? Sabemos que no, porque la vida solo deriva de Dios. Están buscando lo que ellos mismos desecharon al quitar a Dios de la escena: el secreto de la vida; el logro de la inmortalidad. Evidentemente, Satanás continúa seduciendo al ser humano con su falsa promesa original: "No moriréis" (Génesis 3:4).
A su vez, al observar, expectantes, los logros que ha alcanzado la ciencia en nuestros días, nos preguntamos cuánto más dejará avanzar Dios al hombre en sus intentos. Después del Diluvio, Dios mismo disminuyó la expectativa de vida del hombre por causa de sus maldad. ¿Cuánto más permitirá Dios que el hombre avance contra los propósitos divinos? ¿Cuál es el límite moral que debe traspasar el hombre hasta que Dios intervenga?
Nuestro mundo va avanzando rápidamente hacia su desenlace final; todas las señales del fin de los tiempos se están cumpliendo. Y si bien es importante estar preparados para ofrecer una respuesta bíblica a los desafíos de la ciencia, más importante todavía será estar preparados para el acontecimiento más glorioso que jamás haya presenciado el ojo humano: la segunda venida de Jesús.
Marcos Blanco es licenciado en Teología y redactor de la Asociación Casa Editora Sudamericana.
(Extraído de Revista Adventista, Asociación Casa Editora Sudamericana, Julio 2006, pp.10,11)
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