miércoles, 27 de mayo de 2015

HECHOS PARA LAS ESTRELLAS

HECHOS PARA LAS ESTRELLAS



     Fuimos hechos para las estrellas. Dios "ha puesto eternidad" en nuestros corazones. (Eclesiastés 3:11), nos ha creado a su imagen, a fin de que disfrutemos vida eterna en su presencia.
 
     No puedo demostrar por medio del frío método científico ninguna de estas aseveraciones, sin embargo mi ser entero me dice que son ciertas. Pero tampoco podemos "demostrar" las cosas más importantes de la vida: el amor, la belleza, la moralidad, el humor, la creatividad, Dios mismo; con ninguna de ellas podemos hacer un experimento o silogismo con el cual lleguemos a la conclusión necesaria de que existen.
 
Sueños del infinito
 
     Los seres humanos somos criaturas extrañas. Aunque experimentamos sólo que es finito, soñamos con lo que es infinito. Aunque no vemos nada perfecto -la alta tecnología nos falla, pues los reactores nucleares se funden y los transbordadores espaciales estallan-, podemos visualizar la perfección. Aun cuando nuestra suerte está sellada por el metrónomo bíblico de setenta años, podemos imaginar la vida más allá del sol.
 
     Dios ha puesto eternidad en nuestros corazones. Aunque su imagen pueda estar dañada y mutilada por las incursiones del pecado, no obstante permanece. Tenemos mucho en común con la creación animal, pero somos mucho más que animales. Somos conscientes de nosotros mismos como seres individuales; podemos escoger por nosotros mismos. En un sentido un tanto curioso, podemos casi salirnos de nosotros mismos, sentirnos transportados cuando escuchamos la novena sinfonía de Beethoven o cuando miramos cómo sale el sol.
 
     Y podemos experimentar las relaciones humanas: cálidas, amantes, físicas, y mucho más: relaciones que nos sacan de nosotros mismos y  hacen de nosotros mejores personas, relaciones que nos ligan a otros tan estrechamente que nos sentimos incompletos cuando algo nos separa.
 
     Todas estas cosas, juntamente con nuestro sentido innato de justicia, integridad y humor, me dicen que fuimos hechos para las estrellas.
 
     Y hay una evidencia más. Podemos conocer a Dios, sentirlo, disfrutarlo como nuestro amigo íntimo. Por supuesto, ésta es la pieza más misteriosa del complejo rompecabezas de la vida. No tiene sentido alguno para la persona que demanda pruebas estrictamente racionales; pero el cristiano que conoce a su Señor puede afirmar: "¡Jesús vive! Es mi Dios y guía, mi buen pastor, mi Salvador y Señor".
 
     Aunque pueda parecer extraño a los adventistas mayores, hay bastante jóvenes que tiene problemas con la eternidad y la inmortalidad. No es que duden y sean escépticos, sino más bien se preguntan si la eternidad es atractiva, si la vida eterna con Dios los atrae con mayor fuerza que la actual.
 
     Debemos volver a nuestras raíces adventistas en las Escrituras. Ellas nos dirán que buscamos la resurrección del cuerpo, a fin de gozar una vida eterna como personas individuales para crecer, crear y explorar. No tenemos todas las respuestas -muchos aspectos de la sociedad inmortal serán enormemente diferentes de todo lo que conocemos ahora-, pero esperamos disfrutar relaciones con personas reales, seguir profundizando todo lo que hemos encontrado de bueno en la vida.
 
Eternidad ahora
 
     Si la eternidad parece no tener atractivo, busque una relación amante en esta vida. Sostenga en sus manos el milagro de una criatura. Evalúe los misterios de la música y las artes visuales. Son indicio de relaciones y valores eternos.
 
     La esperanza de eternidad tampoco nos hace perder el paso en este mundo práctico, terrenal. Para los cristianos, la eternidad comienza aquí mismo. "El que tiene al Hijo tiene la vida" (1 Juan 5:12). Como hijos e hijas del Dios viviente, creados a su imagen y redimidos por su Hijo, sabemos que éste es el mundo de nuestro Padre. El nos ha hecho libres para vivir, para disfrutar ahora la libertad de su creación y de su pueblo. Y mientras más disfrutemos, más los querremos.
 
     Por esto, Elena de White, nos enseña "Prepárate para la eternidad" (Joyas de los Testimonios, t.1, pág. 243). "El santo más débil, tanto como el más fuerte, puede llevar la corona de gloria inmortal" (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 258). Y nuevamente ""El ideal que Dios tiene para sus hijos está por encima del alcance del más elevado pensamiento humano. La meta a alcanzar es la piedad, la semejanza a Dios" (La Educación, pág. 18).
 
     De esta manera, compañero peregrino, no miremos "las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Corintios 4:18). Ya seamos jóvenes o ancianos, vivamos teniendo en cuenta la eternidad.
¡Fuimos hechos para las estrellas!

Autor: William G. Johnsson

Extraído de REVISTA ADVENTISTA - Julio 1987 - Pág.  3

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