CONVERSION Y CRECIMIENTO
"Nuestro hogar necesita la recepción plena del Espíritu Santo."

Malaquías anticipó: "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres" (Malaquías 4:5,6),
Lucas registra el cumplimiento de esta profecía antes de la primera venida de Cristo (Lucas 1:11-17). Sin embargo, su alcance y proyección llegan hasta nuestros días, antes de la esperada segunda venida del Señor.
En medio del caos social prevaleciente, el mundo necesita con urgencia que nuestros hogares sean el centro donde se produzca el milagro de conversión de los padres a los hijos y de los hijos a los padres para luchar contra las influencias disociadoras que amenazan la estabilidad moral de la iglesia, de la sociedad y de la nación.
En respuesta a esa necesidad Dios ya tomó las providencias del caso. Hace siglos anticipó el cambio que habría de producirse en el espíritu de las familias que integran el remanente. El cumplimiento de esta profecía supera nuestra capacidad para imaginar el efecto del poderoso testimonio que darán los hogares gracias a la acción renovadora del Espíritu Santo.
Se acerca el día cuando abrirá "Jehová su armería" y sacará "las armas de su indignación" (Jeremías 50:25, Versión Moderna). Pero antes que llegue ese día grande y terrible, reunámonos con los nuestros para hacer las decisiones que sean necesarias a fin de darle al Espíritu Santo el sitio que le corresponde en nuestro hogar. El es el único que puede conducirnos a nuevas alturas en la relación de la familia y de cada uno con Dios.
Todos debemos ser conscientes de que una familia, aunque sea bien integrada y fiel a la iglesia, navega en medio de una borrasca cuyos vientos tormentosos someten a prueba severa a sus integrantes. Algunos de los factores desencadenantes del vendaval son: el trabajo remunerado que mantiene a los padres fuera del hogar más horas de las prudentes, las tensiones de la vida y el predominio de la TV, que generan debilitamiento en los niveles de relación familiares.
Desprovistos del ancla del amor, a los hijos les toca navegar también en el tormentoso ambiente de la calle, donde hasta a los niños se los incita en el consumo de bebidas alcohólicas y de las drogas. Al caer en las trampas de la pasión y del desenfreno, el siguiente paso "de la tragedia" es la inclinación en las relaciones sexuales prematuras. Víctimas de la fiebre del placer, muchas veces los niños, sin mayor comunicación con los padres ocupados en sus propios negocios, están sin defensa para caer en el infierno de la paternidad irresponsable, de las enfermedades venéreas y del SIDA.
El mejor preservativo para el SIDA es una inmunidad eficiente. Ella no se logra en forma biológica, tampoco por los avances científico-tecnológicos, sino gracias al poder del Espíritu Santo que convierte el corazón y produce hogares sólidos y estables, cristianos y sanos, donde los hijos crecen al amparo de Dios guiados por su Santa Palabra y protegidos por el vallado moral de los Diez Mandamientos.
La mejor decisión que cada uno podrá hacer es poner a nuestra familia bajo la conducción del Espíritu Santo para que convierta nuestros caracteres. "Cuando Cristo venga nuestros cuerpos han de se transformados... pero el carácter vil no será hecho santo entonces. La transformación del carácter debe ocurrir antes de su venida" (Elena de White, Nuestra elevada vocación, Pág. 280).
Entonces, cuando los integrantes de la familia se aventuren a navegar por el peligroso mara de la vida, cada día podrán salir con la "seguridad de que el agente invisible, el Espíritu Santo, los capacita para ser colaboradores juntamente con Dios" (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, Pág. 47).
Ahora, más que nunca, nuestro hogar necesita la recepción plena del Espíritu Santo.
Werner Mayr.
Extraído de REVISTA ADVENTISTA - Marzo 1994 - Pág. 3
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